A 196 años de la Revolucion Es una réplica facsimilar de las Actas de Mayo. Está celosamente guardada en una sala especial de la Biblioteca Pública de la UNLP. En ella, se dejan ver los fragorosos debates del Cabildo del 22, el acuerdo del 25 y la Proclama de un día después, entre otros hechos históricos. Exhibe las curiosidades de la época y hace recordar los fuertes ideales de nuestros revolucionarios
“Tenéis ya establecida la Autoridad que remueve la incertidumbre de las opiniones y calma todos los recelos”. Así empieza la Proclama de Mayo que se puede leer intacta, aunque algo amarillenta, en una réplica facsimilar de las actas del aquel épico 1810, que está celosamente guardada en una sala especial de la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), junto a más de 600.000 obras de diferente valor literario e histórico. Fechada el 26 de mayo de ese año, después de la constitución del Primer Gobierno Patrio, lleva las firmas del presidente, Cornelio Saavedra, los secretarios, Mariano Moreno y Juan José Paso, y los vocales Manuel Alberti, Juan José Castelli, Miguel de Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan Larrea y Domingo Matheu. Todos eran crio-llos excepto éstos dos últimos, comerciantes españoles (ver los perfiles aparte). El documento está acompañado por decenas de cartas originales y hojas sueltas inéditas de esos días, donde se puede ver el mes escrito como “maio”, la correspondencia hacia un alto mando dirigida como “gefe” o la conjugación del verbo estar como “estubo”. Estas curiosidades forman parte de un plexo bibliográfico de incalculable trascendencia cultural, que recobra interés en una fecha tan clara a los sentimientos de nuestro pueblo como la que se recuerda hoy en toda la geografía argentina. En las actas también están plasmados los fragorosos debates del 22 de mayo, la medular intervención de Castelli que derivó en el cese de la autoridad virreynal (Baltasar Hidalgo de Cisneros), el radicalizado voto del obispo Benito de Lué y Riega contra los revolucionarios y casi todo lo que legó esa época patriótica que, lejos de plasmar un Gobierno sólido, dejó grietas y heridas que no cerrarían sino hasta muchos años después. Una réplica similar de las Actas está en la otra biblioteca centenaria que tiene la capital bonaerense: la Joaquín V. González, que funciona en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNLP. Allí también se guarda como una verdadera reliquia. Con tinta indeleble, en tan cuidadosa como apresurada cursiva, las Actas que inmortalizaron esas discusiones, de tono subido pero una verba que hoy llama la atención, también dejan traslucir las ideas morenistas de su tan polémico como vital Plan de Operaciones de Mayo. Y la conmoción que causó la llegada de un viejo barco desde Europa con las primeras noticias que daban cuenta de la captura de Fernando VII a manos de Francia, disparador final que propició la Revolución. Ni la publicación de un bando por parte de Cisneros, el 18 de mayo, para que el pueblo se mantuviera fiel a España, invadida por las tropas napoleónicas, pudo calmar los ánimos patrióticos. El nacimiento Los historiadores coinciden en que esa revolución fue la consecuencia lógica de todos los pueblos que buscan independizarse en algún momento, y que el cambio se caracterizó (más allá de las lógicas diferencias) por estar dotado de fuertes ideales patrióticos. “A partir del 25 de mayo nace la Argentina”, les recuerda todos los años a sus alumnos el profesor Fernando Barba, titular de Historia Argentina de la Facultad de Humanidades de la UNLP. También se apena porque ese sentido de Nación que surgió en aquellos días se ha “pervertido” a raíz de los diferentes gobiernos y del descreimiento casi generalizado hacia la clase política. Para el historiador local, ser patriota no es ponerse una escarapela o portar una bandera celeste y blanca, sino “trabajar todos los días, cada uno desde su profesión, por la Patria”. “Hay que recordar -agrega- que hubo gente, como la de 1810, que peleó, luchó y murió por sus ideales”. Las diferentes caracterizaciones de Patria, que pueden hurgarse en distintos volúmenes organizados por viejos ficheros o en una base de datos digitalizada de la Biblioteca Pública, conducen hacia una idea de padres (pater) y de terruño. Es decir, de lo que constituye nuestro pasado, nuestra historia y de lo que es nuestro hoy en día. La Real Academia Española, por ejemplo, la conceptualiza como “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. El trabajo facsimilar exhibe un lustroso Escudo de Armas, una representación litográfica del Cabildo y todos los integrantes de esa Primera Junta que, producto de las mencionadas internas, duró apenas unos meses (hasta diciembre). Fue sucedida por la Junta Grande de enero a septiembre de 1811; la Junta Conservadora de septiembre a noviembre de 1811; el Primer Triunvirato de septiembre de 1811 a octubre de 1812; el Segundo Triunvirato desde aquella fecha a enero de 1814 y luego el Directorio, hasta febrero de 1820. Durante esos diez años, el Cabildo de cada ciudad representaba la soberanía local pero, al mismo tiempo, se intentaba construir un poder estatal centralizado, intento que se frustra, al menos hasta 1853. “El pueblo quiere saber de qué se trata” se lee con la misma claridad con la que lo exclamaron los criollos aquel 25 reunidos en la Plaza Mayor en esas crujientes hojas. Minutos más tarde se enteraron de la conformación del Primer Gobierno Patrio, que 196 años después se recuerda en un país que se forjó con fuertes ideales; los mismos que hoy -más nunca- deberían ser honrados.